El país

Más Moncloas que certezas

CAPITAL FEDERAL, Abril 17.- (Por Mario Wainfeld) En campaña, por doquier. Laxitud extendida. Otra preinterna difunta, reproches entre los federales. Incertidumbres en la Capital, Macri y Solanas con sesgos diferentes. Otra PROpuesta con aires de divagación. Los empresarios marcan el territorio. La condena a Patti, un hecho histórico, menoscabado por algunos.

 

El cronista pasea por su barrio, un cruce de avenidas en una zona porteña clásica. En las cuatro esquinas hay militantes repartiendo folletería de variados candidatos, a promedio de más de uno por esquina. Conviven pasablemente. Los transeúntes los miran con una sonrisa, es un soleado mediodía de sábado. Algunos aceptan un rato de charla proselitista. Sin mayor esfuerzo, el cronista se junta con propaganda de Ricardo Alfonsín, Martín Sabbatella, Daniel Filmus, Carlos Tomada y Mauricio Macri. El primero aspira a ser presidente, el segundo a gobernador, los dos oficialistas son precandidatos a jefe de Gobierno, el actual titular de ese cargo todavía deshoja la margarita. Es una oferta variada, que da cuenta de que nadie se toma muy a pecho las limitaciones legales para hacer campaña. Los afiches, pasacalles, solicitadas y modos de publicidad no tradicional (transmisión de actos completos en solícitos canales de cable) refuerzan la impresión.

 

La cultura política argentina es laxa en lo institucional, muy laxa. Contra lo que suele predicarse, no la flexibilizó el kirchnerismo, es una característica que viene de lejos. La tendencia, como refleja el ejemplo micro reseñado, es transversal: cada cual transgrede como puede, todo lo que puede. La mayor capacidad económica la tienen los oficialismos nacionales y provinciales, el radicalismo y el Peronismo Federal. Los demás hacen lo mismo, aunque en menor escala.

 

El electorado convalida las irregularidades, he ahí una ración sensible del problema. Un vicepresidente que traicionó su mandato fue acogido en triunfo por el espectro opositor, su imagen creció, llegó a tener envidiable intención de voto, fue recibido como un hijo pródigo por el partido que lo había expulsado. La realpolitik recorre en autopista a la sociedad y a sus dirigentes. Corregirlo insumiría años. La Ley de Primarias Abiertas es un paso adelante, que conjuga con el exitoso régimen similar ya existente en Santa Fe. No será suficiente, es indispensable para ir reorganizando el marasmo de las actividades partidarias.

 

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Por colectora, que es gratis: Otra moda en el ágora mediática es fulminar a las listas “colectoras”, que tampoco son un hallazgo de la era K. El ahora condenado Luis Abelardo Patti armó alguna, en sus buenos tiempos. Carlos Ruckauf llegó a gobernador bonaerense gracias a ellas, en 1999. El maestro Alfredo Bravo fue despojado de su banca de senador porteño por minoría (a manos de Gustavo Beliz) porque se invalidaron los votos de una variante de colectora que sumaba a su favor. De nuevo, nadie se priva, aunque las variantes del peronismo (que congregan más votantes que el resto) las utilizan en mayor medida.

 

La colectora no desvirtúa la intención del votante. Si se usara boleta única, cualquier ciudadano podría armarlas de pálpito. Otro tanto pasaría con el voto electrónico que tanto conmueve a periodistas y ONG edificantes. El gobernador reelecto Juan Manuel Urtubey ganó prestigio con su implementación. Su colega riojano, Luis Beder Herrera, copó la parada. Hará un experimento del avance en su provincia. En Salta fue un tercio del padrón, en La Rioja un puñado irrelevante de mesas. Una experiencia pilotito, digamos. Garpará un poquito y hundirá aún más en el desprestigio al chubutense Mario Das Neves, extinto precandidato a presidente en la recientemente fallecida preinterna del PJ Federal.

 

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Todos unidos reñiremos: Las preinternas radical y peronista disidente eran otra “licencia poética”, un apartamiento de las normas vigentes. Su dudosa legalidad no estremecía a correligionarios, compañeros, colegas periodistas en general, ni aun a este escriba, costumbrista como el que más. Se añadían al sistema legal, se le anticipaban en el tiempo. No eran una heterodoxia tan tremenda en un universo acostumbrado a ellas. La eventual participación ciudadana podría embellecerlas, la instancia obligatoria de agosto se respetaba, con toquecitos de heterodoxia criolla.

 

El radicalismo es un partido nacional, habituado a ese juego, que es el que mejor sabe y más le gusta. Preparó bien el escenario, se munió de los padrones 2011 de afiliados propios e independientes. Pero el backstage fracasó por el abandono del senador Ernesto Sanz. Las fundamentaciones fueron pobres y no ahorraron sospechas sobre los correligionarios rivales: el diputado Ricardo Alfonsín y el presidente del partido Angel Rozas.

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