¿Por qué diagnosticar? ¿Para qué? ¿Para quiénes? ¿A quién hacer una devolución diagnóstica? ¿A otro profesional? ¿Al paciente? ¿A la familia? ¿A la escuela? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿En qué ámbitos?
Son algunas de las preguntas que ciertos profesionales solemos hacernos. Las mismas tendrían miles de respuestas, todas con aspectos positivos y negativos. Diagnosticar sirve, cuando se asiste a un paciente psiquiátrico, por ejemplo, para que se le brinde una medicación adecuada. Suele no servir cuando se le coloca a esa persona el cartelito de…y todo su accionar está justificado y abalado por su patología, ya sea por el beneficio del síntoma que este obtiene al respecto, o porque los demás empiezan a mirarlo con otros ojos: de discriminación, rechazo o desconfianza, es decir el diagnóstico se come a la persona (algo muy común en los tiempos que corren).
Brindar un diagnóstico a otro profesional desde la hipótesis, para beneficiar al paciente, como dije anteriormente es útil, aunque suele ser complicado también cuando uno no conoce quien está del otro lado, quien será el receptor de un informe escrito. Al paciente suele servirle, para armarse de estrategias, siempre teniendo en cuenta el grado de patología, la edad de este, y muchas otras variables. Lo mismo que a la familia y a la escuela.
¿Qué importa si Ana, o Julio son psicóticos si con un buen tratamiento terapéutico y medicamentoso, una familia que los sostiene, una escuela receptiva, funcionan, es decir pueden ir por la vida con ciertas dificultades, pero salir adelante? En estos momentos es difícil sostener una mirada analítica como la que planteo, cuando el boom de los laboratorios farmacéuticos incita a medicar, y para medicar hay que dar y difundir un diagnóstico, obviamente.
“Nada”, es aquello desde donde se construye en la experiencia subjetiva, que tengo que inventar y crear cada vez. Pensar al sujeto de esto modo, es pensarlo fuera de un diagnóstico estático y profético. Como manifiesta el Prof. Néstor Carasa: “Un diagnóstico exacto y definitivo que termina en un pronóstico ineludible, que elimina lo inesperado, donde nada podrá cambiar, salvo lo pronosticado, condenándose al sujeto a cumplir con su diagnóstico y pronóstico, anulándose, también posibles acciones creativas”.
Y para culminar, tomo las palabra del italiano Franco Basaglia: “El diagnóstico tiene el valor de un juicio discriminatorio, sin que por ello se niegue que el paciente está de algún modo enfermo, el sentido que pongamos entre paréntesis la enfermedad es el de poner entre paréntesis la definición y la etiqueta”.
(*) Licenciada en Psicología y en Psicopedagogía