PERGAMINO, Julio 07.-(PergaminoCiudad.com.ar) Desde el arado de reja y vertedera hasta la labranza conservacionista, investigadores y productores buscaron a través de las décadas la manera de preservar el recurso más valioso que posee nuestro país: el suelo.
Desde la década del 70, el suelo pasó por diversas transformaciones originadas principalmente por el crecimiento de la agricultura. “Pese a que hemos progresado respecto del buen manejo de los suelos, sobre todo a partir del advenimiento de la siembra directa, todavía falta mucho por hacer”, dijo el Ing. Agr. Roberto Casas, Jefe del Instituto de Suelos del INTA Castelar. Asimismo, sostuvo que el suelo está perdiendo fertilidad: “El contenido de fósforo asimilable baja 1-2 partes por millón por año; en los últimos 20 años, la materia orgánica disminuyó 0,5% y el pH está por debajo de 6 y llega a 5.5 en la región Pampeana (cuando debería estar entre 6 y 7)”.
“La tierra productiva es nuestra base, porque cada cosa que nosotros hacemos y aún casi todo lo que nos convierte en una gran nación, comienza y se mantiene con la sostenida productividad de nuestras tierras agrícolas". Estas palabras que hoy tienen absoluta vigencia pertenecieron al Dr. Hugh Hammond Bennett, creador del Servicio de Conservación de Suelos de los EE.UU. y apóstol infatigable de esta actividad en el mundo. En su memoria, se conmemora el Día de
A lo largo de la historia de la agricultura, diferentes tecnologías y, en particular, muchos sistemas de labranza han sido utilizados con el objetivo de preparar el suelo para una adecuada germinación y desarrollo de las raíces de los cultivos y para acumular agua y, en consecuencia obtener rendimientos de cultivos elevados y estables. La labranza, que es la preparación del suelo para la siembra, puede realizarse de distintas maneras.
Durante mucho tiempo se utilizó el arado de reja y vertedera para comenzar esa preparación, una máquina que cortaba los primeros
Luego se realizaban dos o tres pasadas de rastra de discos, unos casquetes que fragmentan los terrones de suelo y una pasada de rastra de dientes. El objetivo de todas estas labores era refinar el suelo y controlar las malezas. Con esta forma de trabajo se llegaba al momento de siembra con el suelo enteramente descubierto, pero aflojado, aireado y mezclado, lo que favorece que penetre el agua y obstaculiza la propagación de plagas vegetales y animales. Comúnmente, esta manera de preparar el suelo se denomina labranza convencional. En ella, el control de malezas durante las primeras etapas del cultivo se realiza con maquinaria.
Con el tiempo, dados los problemas de erosión del suelo, comenzaron a utilizarse sistemas menos agresivos de labranza que no producían la inversión completa de los primeros centímetros del suelo. Se reemplazó el arado de reja y vertedera por el cincel, un dispositivo formado por púas que mueven los primeros
Siembra directa
A partir de los '90 se extendió en el país el uso de la siembra directa o labranza cero. En este caso, el rastrojo del cultivo anterior se mantiene en la superficie y no se realizan labranzas. Las malezas, entre y durante los cultivos, se combaten con herbicidas. Al momento de la siembra el suelo suele estar cubierto por una capa de rastrojo, sobre la cual se siembra con sembradoras que cortan ese manto de residuos y hacen una incisión en la tierra de entre 3 y