Lejos de las enseñanzas de Perón, el Gobierno nacional ha optado por la estrategia de la plancha que implica, entre otras cuestiones, dilatar los tiempos y dejar que todo pase como por arte de magia. Así es como, a 14 días del cachetazo electoral al kirchnerismo, asistimos a un país donde todo sigue igual -o peor- al escenario que existía antes del 28 de junio.
Hasta el momento, el tan famoso llamado al diálogo que realizó la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, desde Tucumán, está vacío de contenido. Parece ser más una mera promesa al aire que un plan concreto que implique reunir los valiosos aportes que pueden realizar los referentes del trabajo, de la producción, de la fe, de las universidades y de la intelectualidad, para afrontar -en un contexto de unidad nacional- los desafíos que debe afrontar el país.
Tal como se expresó en las páginas de este diario, el nuevo gabinete demuestra el gatopardismo del Gobierno: que cambia algo para que nada cambie. Y las consecuencias, lamentablemente, las paga el conjunto de la sociedad que termina siendo el pato de boda ante la soberbia de la administración K.
Desde el fin de las elecciones a estos días no se ha escuchado prácticamente ninguna propuesta seria por parte del Gobierno K para cumplir con el mandato de las urnas. Sólo se oyeron comentarios relacionados a una eventual reforma del Consejo de
Tampoco se plantearon proyectos para reactivar una economía que se encuentra en recesión, situación agravada por una inflación que no cede. En ese escenario,
Pero la responsabilidad no es sólo del Gobierno. Desde el acto eleccionario del 28-J, los principales referentes de la oposición brillan por su ausencia. Elisa Carrió tuvo apariciones esporádicas y ahora está de viaje. Ni ella, ni ninguno de sus dirigentes de confianza, propusieron hasta ahora alternativas superadoras. Y lo mismo se puede decir de Julio Cobos, que lo único que anunció en los últimos 15 días fue su candidatura presidencial. El empresario Francisco De Narváez no escapa a la regla, y pareciera sólo preocuparse por su candidatura a gobernador en 2011. Felipe Solá tampoco es la excepción, y también salió a hablar sobre el diálogo y el consenso cuando durante seis años estuvo al frente de la Provincia, fue un socio político privilegiado de los Kirchner, y no pudo dar respuestas a los graves problemas que afectan a los bonaerenses, como la inseguridad, la falta de empleo y los escandalosos niveles de pobreza. Lo preocupante es que en las palabras de Solá no hay la más mínima autocrítica a su accionar, en momentos en que intenta venderse como un opositor a la administración K.
¿Qué éxito puede tener un diálogo intersectorial en estas condiciones de fragmentación e individualismo político?. Es natural y humano que los dirigentes tengan aspiraciones personales, pero eso nunca puede estar por encima de la defensa del interés nacional.
La agenda de debate en
Inmovilismo provincial