Para ello habría dos razones. Una de ellas, la preocupación por los efectos que ya está teniendo la crisis en algunos rubros y la incredulidad sobre lo que va a ocurrir en el segundo semestre. Y eso alimenta su indecisión sobre si, por ejemplo, van a concurrir a las urnas. La otra razón tiene que ver con que, en algunos sectores, la votación ya se decidió hace rato y no necesitan hablar de la agenda electoral ni concurrir a mítines políticos. Pero todos coinciden en que la agenda de gestión y la legislativa (que también involucra a la oposición) no refleja la preocupación de la gente. O, invirtiendo el razonamiento, los dirigentes y candidatos no han volcado en su agenda de debate con precisión temas tales como la propia crisis, los salarios, los puestos de trabajo, la inseguridad y la lucha contra droga.
El divorcio del discurso político y el comunitario no es un descubrimiento y tiene variadas interpretaciones. El analista de Opinión Pública, Guillermo Bertoldi en su libro “La campaña emocional” lo explica así: “Las personas que viven y actúan en función de la política viven más a flor de piel según sus creencias y edificaciones ideológicas por cuanto su dinámica de actividad, su forma de comportarse, de actuar y comunicar se hace en términos ideológicos”.
En su conclusión, Bertoldi asegura que “gran parte de la imposibilidad de generar un espacio de comunicación entre la dirigencia política y la sociedad es el manejo de códigos diversos, no sólo los necesarios para entenderse, como las jergas lingüísticas , sino las categorías de pensamiento utilizadas”.
Además del mentado divorcio de los discursos, hay una tensión o conflicto por la interpretación y por la apropiación de la memoria política. Esto nos remite a un debate de la historia los últimos años de gestión del kirchnerismo, reto que –vale decirlo- no sólo acepta el oficialismo, sino que lo fomenta.
Y en una hábil estrategia de profundización de la antinomia kirchnerismo y anti oficialismo basan la mayoría de los consultores políticos el fuerte y rápido posicionamiento de Francisco de Narváez. Esto, pese a cuestionamientos respecto de presunta violación de la ley ética electoral con apabullantes y costosos avisos publicitarios. Pero más allá de esta observación, que no es menor, la cuestión apunta a si va logrando la inserción como “lo nuevo” y como el “personaje útil” para vencer al kirchnerismo. El poderoso empresario colombiano y dueño de una imponente fortuna con varios ceros a la derecha, logró mimetizar imagen, propuesta y discurso con la problemática de la inseguridad. Su esfuerzo de ingeniería electoral y producción simbólica fue el de apostar a la inseguridad con un mapa y con dos o tres consignas básicas que requieren recursos importantes, al punto de desvirtuar transferencias hacia otras áreas también importantes.
Ese esfuerzo mimético del candidato con el tema principal de agenda rinde sus frutos. Eso explica la fortaleza de un personaje a fuerza de segundos publicitarios, algunas recorridas filmadas y muy poco debate profundizado en lo político.
Todo explica que De Narváez se convierte en el voto útil antikirchnerista más allá de cuestionamientos o sospechas de vínculos con personajes poco simpáticos a la opinión pública. Pero faltan treinta días en los cuales cualquier cosa puede suceder y mucho agua debe correr bajo el puente.
Pero esta forma de hacer política tiene sus riesgos. La falta de trayectoria, de militancia y de convicción en el aporte de los partidos políticos convierte al candidato en alguien sin compromiso con una doctrina partidaria o una estructura. De esta manera, la arbitrariedad en las decisiones puede estar presente, debido a la ausencia de mecanismos internos de control. En la estructura del colombiano no hay guardianes de la doctrina de la fe que le marquen las grandes pautas o principios de los cuales no hay que moverse. Será la voluntad de una persona, y no más.