CAPITAL FEDERAL, Diciembre 05.-( Por Mario Wainfeld) El superagente, Graham Greene, Le Carré, los Coen: visionarios. Un papelón norteamericano y un criticable papel de los medios. La mirada de los diplomáticos, más banales que malos. La conexión local, los que se apunan y embriagan en la embajada. Una potencia con mucho poder y decreciente autoridad. Cipayos por acá pero no por allá.
Empecemos por la ficción, aunque ésta suele ser superada por lo que llamamos “realidad”. Cuando el Superagente 86 le pedía al Jefe que usaran el cono de silencio, se chacoteaba sobre la vulnerabilidad e impericia de las agencias de seguridad norteamericanas. Hollywood se hizo varios picnics al respecto. El cronista evoca con agrado la película Wag the dog (Mentiras que matan en su improbable traducción local), en la que los personajes encarnados por Robert De Niro y Dustin Hoffman amañaban una confabulación, guerra internacional incluida, para tapar un delito sexual del presidente. Contaban con todos los recursos del Estado, cometían torpezas a cada rato. Pedían una mascota, les llevaban otra. Buscaban a un héroe de guerra para simular un rescate heroico, les traían un psicópata asesino.
El más reciente film (Quémese después de leerse) de los hermanos Coen fantaseaba cómo una pareja de perdedores inexpertos (una mujer que quería hacerse las lolas y un border interpretado de lujo por Brad Pitt) le torcía el brazo a toda la inteligencia, forzándolos a pagarles una pequeña fortuna. En el medio, se cometían y encubrían crímenes de toda laya. La impunidad y brutalidad eran inversamente proporcionales a la destreza de los servicios.
La literatura llegó antes. Nuestro hombre en
Son ficciones cuya eficacia deriva de su alusión al mundo tangible. El lector avisado dirá que esos relatos se centraban en las agencias de espionaje. Pero la historia (pasada y actual) demuestra que para la mayor potencia del mundo son muy borrosas las fronteras entre la diplomacia, el espionaje, la intervención prepotente y la acción directa.
Ahora, le tocó al Departamento de Estado ver perforado su cono del silencio. Wikileaks lo hizo. Sobre sus cómplices poco se sabe, todo se hace recaer sobre un perejil. Nada es imposible, algunas cosas suenan inverosímiles.
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Filtrar las filtraciones: La mediación de cuatro diarios y una revista de primer nivel mundial es otro dato impactante. Contra lo que se arguye en estas pampas (y en otros lares), su tarea de edición no jerarquiza la información sino que la torna más sospechable y capciosa. El tráfico permanente entre las redacciones y Washington agrava el fenómeno. La “prensa independiente” en teléfono rojo con los responsables del desquicio. Ajá.
Como en cualquier narrativa interesada, es forzoso atender a las omisiones tanto como a las revelaciones. Parafraseando a Macedonio Fernández, en lo divulgado falta tanto que si faltara algo más, no cabría.
El diario español El País es la fuente preferida de los medios dominantes argentinos. Un aconsejable mapa publicado en su edición on line grafica la distribución geográfica de los cables ya difundidos. La desproporción territorial es asombrosa. Venezuela (la bestia negra de los medios europeos, incluidos los sedicentes “progres”) importa más que todo Medio Oriente. Argentina tiene un lugar desmesurado para su magnitud y para la relevancia de sus problemas, en un mundo azotado por guerras y crisis económicas machazas. El cronista evadirá en esta nota conjeturas muy sofisticadas y augurios. Sí cabe señalar que la asimetría es chocante.
El periodista Eduardo Febbro publicó notas formidables sobre ese punto en este diario, se recomiendan. Con menos saber que él, se apunta que amén de Medio Oriente, de Afganistán e Irak no hay material sobre las movidas diplomáticas norteamericanas en Bolivia y Venezuela, donde atizaron a grupos golpistas y hasta criminales. ¿No hubo tratativas dignas de mención para instalar bases militares en Colombia? ¿Ni un cablecito sobre las negociaciones?
Tampoco se conocen alusiones a las tareas extravacunatorias de