1973 - 25 de septiembre - 2009

49 pueden más que 36

José Ignacio Rucci.
José Ignacio Rucci.

Por José María Cifuentes, especial para PergaminoCiudad.

Transcurría el mediodía del 25 de septiembre de 1973. José Ignacio Rucci, entonces secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT) y líder del movimiento obrero, se disponía a salir de su casa ubicada en Flores rumbo a un canal de televisión con el objetivo de emitir un mensaje de “paz y unidad” a todos los argentinos en razón de la abrumadora victoria de Juan Perón en los comicios realizados apenas dos días antes con el 61,85% de los votos.

Afortunadamente sus pequeños hijos aún no habían llegado de la escuela cuando los asesinos gatillaron una Itaka, una ametralladora y un letal FAL contra el líder sindical y sus custodios produciendo en forma instantánea el arrojo del cuerpo sin vida de José Rucci.

Hoy se cumplen ya 36 años de aquel atentado a la expresión popular. Digo a la expresión del pueblo por lo que Rucci representaba dentro del movimiento obrero.

Con apenas 49 años, el entonces secretario general de la CGT era la piedra angular del proyecto político de masas ideado por Juan Domingo Perón para su tercera presidencia. Había logrado en junio de ese mismo año firmar el Pacto Social con la C.G.E. y el representante del gobierno José Ber Gelbard que garantizaría la tan ansiada estabilidad económica de un país harto de turbulencias. Había enrolado a la central obrera en el reclamo activo, no sólo de sus derechos sino también en exigir el efectivo retorno del anciano líder a su patria luego de 17 años de exilio, cosa que logró el 17 de noviembre de 1972 y que quedaría inmortalizado en la famoso fotografía en la que Rucci sostiene el paragüas al General Perón a escasos minutos de descender de la aeronave “Guiseppe Verdi” de Alitalia que lo depositara en territorio nacional.

“Nos negamos a seguir mirando, impasibles, el rostro marchito de la Patria”, decía José Rucci en diciembre de aquel año. Sintetizando quizás, en pocas pero filosas palabras el accionar de una central de los trabajadores que no se resignaba sólo a exigir mejoras salariales sino a involucrarse de lleno en la vida política de la Nación, en franco desafío a los sucesivos gobiernos dictatoriales que por aquella época hacían mella en América Latina toda.

Su lucha no fue en vano, ya que él nunca accionó en su propio benefecio sino para aportar la fuerza necesaria para alcanzar la “Comunidad Organizada” que Juan Perón nos enseñara, en la cual el sindicalismo nunca más tendría una actitud meramente pasiva frente a la realidad nacional.

Su sangre no fue en vano, ya que él nos dio el ejemplo de lo que realmente significa involucrarse en la cosa pública; de lo que significa enarbolar la bandera de la libertad y expresión popular.

“La Patria requiere de todos, todos con la Patria en la hora suprema de la verdad, con profundo sentimiento de nacionalidad, con profundo sentimiento de Cristiandad; seguros de que el pueblo es gobierno (...). Ahora el fragor de las luchas ha pasado a convertirse en historia. La realidad de nuestros días es la unión, el trabajo y la paz (...)”. Expresiones que Rucci nunca llegaría a decir frente a las cámaras aquel fatídico día pero que gracias a una grabación radiofónica hoy podemos conservar.

Que sean hoy más que nunca estas palabras nuestra guía en la nunca claudicable lucha por lograr una Argentina JUSTA, LIBRE y SOBERANA, en la que la voz del pueblo jamás vuelva a silenciarse por el estruendo de las balas.

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