Los lamentables acontecimientos que tuvieron lugar en los últimos días, que se manifestaron a través de escraches contra el gobernador Daniel Scioli y contra dirigentes kirchneristas en el interior, enrarecen aún más un proceso electoral que, desde que fue anunciado el adelantamiento de los comicios, presenta varios puntos oscuros.
La ira manifestada por los ruralistas tiene raíces profundas, y no puede ser explicada como un mero acto de irracionalidad o violencia pura. Debe ser condenado todo hecho violencia de este tipo, porque nada justifica el uso de las fuerza en una pelea política, pero existen una serie de situaciones que son caldos de cultivo de este lamentable panorama.
El malestar de los productores agropecuarios, en su gran mayoría autoconvocados que ni siquiera forman parte de la mesa de enlace, es porque desde hace más de un año están siendo víctimas de una sistemática política de saqueo. La decisión de bloquear las exportaciones, las exorbitantes retenciones que castigan al sector más dinámico de la economía argentina (especialmente a los pequeños y medianos productores) y la nula voluntad de diálogo por parte de
El error del matrimonio presidencial radica en confundir lo que debe ser una política de Estado, que debe apuntar al desarrollo de la agroindustria, con una confrontación político-electoral. Mientras tanto los grandes pooles de siembra, que en muchos casos fueron amparados por el poder, siguen haciendo su fabuloso negocio.
En ese escenario, al gobernador Daniel Scioli le tocó bailar con la más fea. Llevado a regañadientes a aceptar una candidatura testimonial, cuando aún le faltan más de dos años como gobernador de la Provincia, además tuvo que ponerse al frente de la campaña en el interior bonaerense, mientras que Néstor Kirchner cada día se refugia más en el Conurbano.
Tal como informó oportunamente el diario Hoy, el kirchnerismo de paladar negro decidió no pisar el interior provincial, donde el Acuerdo Cívico y Social ya sacó una amplia diferencia y le propinará un contundente revés electoral al oficialismo.
La dureza de la contienda también llevó al gobernador a perder su habitual compostura, cuando el último viernes sostuvo que “tendrán que pegarme un tiro para que deje de trabajar”. Esa declaración se corresponde mucho más al estilo kirchnerista de confrontación directa, de crispación extrema, que a la voluntad de diálogo permanente que el mandatario provincial manifestó desde sus comienzos en la política. Es más, pese a que los sciolistas reconocen que, si bien en la presente campaña electoral es demasiado tarde para marcar diferencias con
Estrategia opositora
A partir de este panorama, desde el Acuerdo Cívico y Social apuntaron casi todos los cañones a sacar la más amplia diferencia posible en el interior bonaerense: de ahí el acto que se realizó el jueves pasado, cuando Lilita Carrió, Ricardo Alfonsín y Margarita Stolbizer reunieron a más de 100 agrocandidatos, que formarán parte de las listas de concejales, legisladores nacionales y provinciales. Pero esta movida también puso de manifiesto que el Acuerdo Cívico está dejando de lado el Conurbano, donde se producirá una fuerte pelea entre los dos justicialismos: el kirchnerista y el disidente (encarnado por Francisco de Narváez y Felipe Solá, que cada vez se llevan peor entre ellos).
Los