La provincia

Sólo falta el encendedor

El violento incidente registrado en Lobería, en el marco de una protesta contra la visita del gobernador Scioli, signó la semana electoral.
El violento incidente registrado en Lobería, en el marco de una protesta contra la visita del gobernador Scioli, signó la semana electoral.

LA PLATA, Mayo 31.-( Por Marisa Alvarez) El combustible ya está arrojado, bien esparcido. Y son más de los que parecen los que andan con el fósforo en la mano. Sólo falta el encendedor. A apenas cuatro semanas de las elecciones, el clima electoral en la Provincia viró de la agresividad a la violencia.

 

Una sola cara del nuevo clima resulta, sin embargo, visible. El resto recorre subterráneamente a todo el proceso electoral en sí mismo, y va acumulando elementos inflamables de final incierto.

 

VIOLENCIA EXPLICITA

 

La violencia explícita, visible para toda la sociedad, apareció esta semana en Lobería, protagonizada por un minúsculo grupo de productores rurales, y encauzada contra el gobernador -y candidato a diputado nacional- Daniel Scioli. Repudiable sin atenuantes, el episodio no debió sorprender, sin embargo, a sus víctimas.

 

Hace apenas una semana se planteaba aquí mismo si no era necesario analizar si las protestas de algunos sectores cargadas de agresividad que rodean las visitas de Scioli al interior rural desde hace un año y que se reiteraron en los recientes viajes de campaña de Néstor y Cristina Kirchner, no habían derivado en violencia abierta sólo gracias a los gigantescos operativos de seguridad que se montan en esas visitas. El propio Gobernador había sufrido algún sofocón antes de que se optara por el montaje de ese cerco.

 

En Lobería alcanzó con que unos pocos fisuraran el cerco para que aflorara la violenta realidad latente. Una corroboración que no debería, tampoco, inducir a creer que todos los que protestan llegarían a la agresión física si pudieran. La situación económica y social -y por qué no política, si se trata de la opinión ciudadana con relación al oficialismo- que persiste en el interior bonaerense desde el conflicto del campo con el Gobierno es lo suficientemente compleja como para remitirla a peligrosas simplificaciones. Y la violencia es siempre una sola cosa. Injustificable. Pero lo que no se debe hacer con ella es pretender ignorar dónde anida, o no darle la exacta dimensión que tiene.

 

UNA BATALLA ANUNCIADA

 

Lo cierto es que sobre ese paisaje complejo, el episodio de Lobería derivó en una batalla entre el oficialismo y la alianza que conforman el peronismo disidente y el macrismo, U-Pro.

 

La guerra entre esos dos sectores ya venía registrando escaramuzas. Una resolución de la justicia electoral, inhabilitando a cinco candidatas de U-Pro, fue presentada por los líderes de ese espacio con una sugerencia de "injerencia" del kirchnerismo en el proceso de oficialización de su lista. Y la existencia de un homónimo de De Narváez en la nómina de un partido chico, como una "maniobra" del oficialismo. Y ahora la Gobernación disparó munición gruesa sobre el campo enemigo, acusando a los detenidos por la agresión a Scioli de "militar" en U-Pro.

 

Pero la batalla recién empieza. En la próxima sesión de la Cámara de Diputados bonaerense, el bloque oficialista que conduce Raúl Pérez propondrá un repudio al escrache sufrido por Scioli que incluiría "nuevos elementos de prueba" -según los definen en ese sector- sobre la presunta vinculación entre U-Pro y aquella agresión. E irá más lejos. Con una "exhortación" a los peronistas que integran la alianza opositora a "reflexionar porqué están trabajando para un sector neoliberal que quiere ocultar a los peronistas que tiene en su seno". Repitiendo a Scioli, les dirá que en el oficialismo "los esperan con los brazos abiertos".

 

ESPACIO MINADO

 

Quizás la movida encuentre terreno fértil. Aunque difícilmente haya un estallido formal hasta después de las elecciones, U-Pro está en llamas. La "versión desperonizada" de ese espacio que intentan presentar ahora De Narváez y Macri, tal vez sirva al objetivo de sus asesores -captar a una clase media que imaginan refractaria al peronismo- pero ha generado un estallido interno que va mucho más allá de la pública bronca de Felipe Solá.

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