Panorama político bonaerense

Operativo repliegue

Scioli y Monzó, en otros tiempos. La salida del ministro del gabinete provincial alimentó la hipótesis del fin del despegue del kirchnerismo.
Scioli y Monzó, en otros tiempos. La salida del ministro del gabinete provincial alimentó la hipótesis del fin del despegue del kirchnerismo.

LA PLATA, Septiembre 05 (Por Martín López Lastra) Nadie sabe a ciencia cierta si la salida de un ministro, producto de una alineamiento químicamente puro con el kirchnerismo, marca un antes y un después o una pausa. En el primer caso se trata de una decisión irreversible, en el segundo tan sólo una distinta táctica para una misma estrategia. En buen romance, fidelidad eterna hasta la gloria o el infierno, o reservar energías para diciembre cuando, operado el recambio legislativo, se puedan abrir para Scioli otros horizontes que permitan un despegue definitivo.

 

Por los estilos y personalidad del mandatario provincial todo indica que estamos ante la primera opción. Algunos datos circunstanciales así lo confirman.

 

Fue apenas en esta semana que el gobernador Scioli instruyó la bajada de línea al jefe de Gabinete de Ministros Alberto Pérez de vuelta a fojas cero, hibernar con la teoría del despegue alimentada por Eduardo Camaño y José Scioli y volver a teñir de color kirchnerista la gestión provincial.

 

Trasciende con fuerza que, de las últimas tertulias con el matrimonio que ocupa la Rosada, los buenos modales y las sonrisas brillaron por su ausencia. Por ejemplo, ante el llanto por la necesidad de fondos de parte de Scioli hubo un frío “emití patacones si querés” desde sus interlocutores. Allí fue cuando el gobernador experimentó la caída de ficha: hay algo más que invitaciones al diálogo y buenas frases de ocasión, porque 400 mil familias de empleados públicos estaban con las expectativas en alza respecto de su futuro.

 

A Scioli le interesó y mucho la forma de abrir nuevos caminos de entendimiento, lo cual no necesitó mucho tiempo. Simplemente reflexionar sobre el tiempo pasado entre las elecciones del 28 de junio y qué cuestiones impedían una generosidad proporcional a la fidelidad que se había mantenido. Fue allí que se blanqueó que los distintos gestos de despegue con los cuales tanto había jugado Scioli habían dejado el sello de la discordia. Era molesto escuchar sobre acercamientos al campo desde La Plata y a nivel nacional se declaraba la segunda batalla de la “guerra gaucha” con la Mesa de Enlace.

 

En ese contexto nació la inquietud de desalojar de su sillón al ministro de Asuntos Agrarios provincial, Emilio Monzó, quien, entre otras cosas, había sido el mentor de la restauración de un vínculo prácticamente disuelto en la relación con el campo. Uno recuerda, por ejemplo cuando el año pasado alentaba ya una eliminación de retenciones para productores afectados por sequía, cuestión que hace unos días había quedado expresada en la ley de emergencia nacional, hoy vetada, y que beneficiaba a unos 22 distritos rurales bonaerenses.

 

Reuniones con distintas entidades ruralistas y la Mesa de Enlace plena, todo fue obra de un Monzó que, por ser demasiado ejecutivo, pagó el precio político de la figura fusible.

 

El pedido de renuncias a la carta no es solamente el núcleo central que, en realidad, pasa por un profundo cambio de timón en cuanto a la adopción de políticas. Ningún grado de autonomía, aún en un sistema federal; ni de matiz, aún en un gran movimiento como el Justicialista, es posible en la concepción kirchnerista. A modo del genial Michel Foucault, Scioli sufrió en carne propia, aunque con variantes adaptadas a los nuevos tiempos, la propia “microfísica del poder” de quien realmente detenta el discurso y la táctica política dominante dentro del terreno de un oficialismo que, por el momento, no admite retoños.  

 

Lo cierto es que el alineamiento, agravado tras una suerte de primavera, se verá más que profundizado en los próximos días. Tuvo un momento tal vez del más difícil que le haya tocado vivir a Scioli y es el de haber asistido para la foto en la reciente visita de Kirchner a la capital bonaerense. Para colmo una supuesta demora en el arribo al lugar del encuentro lo dejó bastante alejado del padre del proyecto nacional.

 

Según trascendió, lo de Monzó es un caso testigo. El observatorio de fidelidad se hará hacia todo aquél funcionario que no brinde explícitos gestos de lealtad suprema. Muy de cerca, nuevamente, estarán en vidriera para la Casa Rosada las figuras de Eduardo Camaño y de Baldomero Álvarez, según señalaron fuentes confiables. Aquél, por su pasado duhaldista, y el último por la plataforma que lo catapultó al rango ministerial como “primum interpares” de una liga de intendentes del Conurbano que alguna vez también amagó con autonomía y despegue.

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