El país

La semana después

 

CAPITAL FEDERAL, Noviembre 07.-(Por Mario Wainfeld) El regreso de la Presidenta, su palabra. La gestión en marcha. Peronistas que refluyen. Cónclave con Scioli, apoyo y versiones diversas. De la Sota y un posible pacto electoral. Verna, una bisagra con astucia. El Presupuesto, en debate. Otros proyectos parlamentarios. El escenario político y el electoral.

 

La Presidenta regresó a la Casa Rosada el lunes, tal como lo había anunciado. Pronunció un breve, sentido, redondo discurso transmitiendo dolor, agradecimiento, una exaltación de los jóvenes y una valorización de la vida en democracia. El martes ya estaba sumida en su agenda habitual.

 

Habló a diario con los ministros, con los jefes de bloques parlamentarios, con gobernadores afines. Sus interlocutores cuentan que la vieron entera, infundiéndoles ánimo y mística. El viaje a la reunión del G-20 es otra señal de activismo, de regreso a una “normalidad” que jamás será la misma. Pero su deber como mandataria es seguir, y lo está haciendo.

 

La política cotidiana vuelve, aunque el impacto de la desaparición de Néstor Kirchner recién empieza a percibirse y a mensurarse. Los reflejos de la dirigencia política son, pues, transitorios y tácticos, lo que no los priva de interés pues reflejan la primera lectura de la realidad.

 

Algo es ostensible, priman los peronistas (oficialistas la semana pasada, en tránsito o francamente opositores) que se muestran más amigables o transigentes con Cristina Fernández de Kirchner o con el Frente para la Victoria (FpV). Son contados los que mantienen una hostilidad constante. El cálculo compartido es que la figura presidencial creció, que la arropan en el sentimiento y el raciocinio de la mayoría de los peronistas. Que es piantavotos contradecirlos desde la propia identidad. Movidas de surtidos protagonistas (Daniel Scioli, José Manuel de la Sota, Carlos Verna, Felipe Solá) revelan esa percepción, más allá de su variopinta intensidad.

 

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Versiones bonaerenses: El gobernador Scioli convocó un cónclave de intendentes y legisladores provinciales. Los periodistas asistieron al plenario, una rareza que condicionó las (sobre)actuaciones de los participantes. El cronista no exagerará diciendo que hay tantas versiones del encuentro como asistentes, pero sí hay varias. Es lógico porque confluyeron sectores diferentes: el sciolismo estricto, kirchneristas convencidos, compañeros con bandera de conveniencia, algunos transversales, algunos que revistaban como alternativistas. Los kirchneristas oscilan entre dos tendencias: los que aseguran que forzaron a Scioli a pronunciarse leal a la Presidenta contra su voluntad. Y los que suponen que apartaron al gobernador, vacilante, de un entorno que lo empujaba a la carrera presidencial. Los mentores de ese entorno serían algunos ministros: Ricardo Casal (análisis unánime), Alberto Pérez (sindicado por la mayoría).

 

Cerca del gobernador, en tanto, aseveran que éste nunca desafió a la Casa Rosada ni coqueteó con la fantasía presidencial. Cuesta creerles, después de algunas jugadas en ese sentido y del aventón que le dieron los grandes medios que siguen pintándolo como la Gran esperanza blanca para conducir al descangayado peronismo federal.

 

Como fuera, el conjunto reunido clamó apoyo a la Presidenta, a su eventual candidatura para 2011 y emitió también un guiño a la reelección de Scioli como gobernador.

 

La tenida fue un mensaje al secretario general de la CGT, Hugo Moyano, que trata de hacer pie en suelo bonaerense. La dirigencia frentista lo reconoce como aliado esencial, pero también desea marcarle límites en “el territorio” que conocen mejor que él y que no son muy ganosos de compartir.

 

Retroceso o confirmación, el pronunciamiento de Scioli conjuga con el sentido común de intendentes y gobernadores del FpV. Todos tienen como prioridad amurallar su distrito, siempre. Ahora también.

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