Política

La política del jardín

Cristina Kirchner en Ezpeleta.
Cristina Kirchner en Ezpeleta.

LA PLATA, Agosto 23.-Fue un acto casi intranscendente, pero sirvió para demostrar que el Gobierno nacional no tiene la más mínima predisposición a cambiar. El viernes pasado, Cristina Kirchner, acompañada por un verdadero ejército de edecanes políticos y de aplaudidores oficiales que llegaron en relucientes autos con vidrios polarizados, estuvo en Ezpeleta para inaugurar lo que, desde la Presidencia de la Nación, se había definido como “importantes obras” para la comunidad.

 

Grande fue la sorpresa de varios vecinos cuando se enteraron de que, en realidad, las “grandes obras” se circunscribían sólo a un humilde jardín de infantes y a un par de cuadras de asfalto, que de poco contribuye a solucionar las graves dificultades sociales que afectan a las barriadas humildes del Conurbano bonaerense. En todo caso, esas obras podrían haber sido inauguradas por algunos de los tantos secretarios, subsecretarios o directores que tiene el Gobierno nacional, sin recurrir a la parafernalia oficial.

 

El verdadero rol de una primera mandataria, en un país tan presidencialista como la Argentina, es la de definir y hacer cumplir las grandes políticas de Estado, algo que parece estar ausente desde hace tiempo en la administración kirchnerista. Y los que pagan las consecuencias son los ciudadanos, especialmente los sectores socialmente más postergados, que cada vez se encuentran más afectados por la caída de la actividad económica, el crecimiento de la desocupación (que es reconocida hasta por el propio INDEC) y los elevados índices de pobreza.

 

Cualquier excusa es válida para que el kirchnerismo saque a relucir su recalcitrante clientelismo político, movilizando militantes retados y -por la fuerza- a beneficiarios de planes sociales. Lo preocupante es que varios intendentes del Conurbano, y hasta el propio gobernador Daniel Scioli, se suman al circo y también dicen presente en este tipo de eventos.

 

¿En qué momento se ponen a trabajar la Presidenta y sus colaboradores? ¿Scioli y los intendentes también tienen tanto tiempo libre para sumarse a esta clase de movidas? ¿No llegó la hora de empezar a leer el mensaje de las urnas y comenzar a dar respuesta a las necesidades de la población?

 

No se sabe bien qué es lo que quiere demostrar el kirchnerismo con este tipo de actos que se parecen a un sainete de Vacarezza. Con más de seis años en el poder, el kirchnerismo, en lugar de cortar la cinta en un jardín de infantes, tendría que estar inaugurando las centrales termoeléctricas tantas veces prometidas para paliar el déficit energético, o los nuevos trenes para reactivar los ramales en desuso. O presentar la culminación de los planes de vivienda que en un principio iban a servir para terminar con el déficit habitacional de la Provincia, y que sólo se concluyeron en un mínimo porcentaje.

 

Para colmo, tanto Néstor como Cristina Kirchner siguen obsesionados con sus latiguillos sobre la necesidad de redistribuir el ingreso, cuando fue su Gobierno el que hizo crecer como pocas veces en la historia la desigualdad social, es decir, la diferencia entre los que más ganan y los que no tienen nada.

 

Además, en plena crisis, y gracias a los privilegios que le concede el Gobierno, los banqueros siguen obteniendo rentabilidades exorbitantes. Si los Kirchner están tan preocupados por hacer que aquellos que más ganan más tributen al Estado, ¿cuál es la razón por la cual el Gobierno K nunca planteó un impuesto a la renta financiera? Muchas veces el silencio y la inacción significan más que los discursos desde los atriles y la verborragia.

 

Y ahora, los banqueros se preparan para una nueva panzada, como será el canje de bonos de la deuda por 9.000 millones de pesos que lanzará el Gobierno la semana que comienza. A eso se le agregará, antes de fin de año, la vuelta a las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, el mismo organismo que fue tantas veces criticado por los Kirchner, pero a los que se pagó la deuda al contado y sin ningún tipo de quita.

 

El FMI fue, gracias a los K, un acreedor de privilegio, mientras que los ahorristas, a los que los bancos les retuvieron los ahorros durante la crisis de 2001 y 2002, aún tienen que estar penando con sus bonos.

 

Otro que está diciendo mucho con su silencio es Francisco De Narváez, que está demostrando que al final no era tan opositor como se creía. Es más, sus legislad

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