El país

El paro que no fue

CAPITAL FEDERAL, Marzo 20.-(Por Mario Wainfeld) La reacción de Moyano, las razones previas. Un exhorto desmañado, flojo de papeles. Tortugas que escaparon. La Casa Rosada, preocupada. Las negociaciones, la suspensión del paro, las cicatrices pendientes. El saldo de una operación que alteró una semana de triunfo.

  

Los vaivenes de la coyuntura pasteurizan al más pintado. Se pasa sin respiro del frío al calor y viceversa. O, como en una montaña rusa, se tiene la impresión de bajar desde lo más alto, a velocidad incontenible. El oficialismo tenía una semana para gozar (aunque, como se sugerirá en toda esta columna, no para relajarse) desde la impactante victoria en Catamarca. El jueves se le ensombreció el horizonte, lanzado que fue un paro de transportes con movilización a Plaza de Mayo en una semana reservada a la memoria y los feriados. Recién en la tardecita del viernes, con una puesta en escena que prodigó suspenso hasta las frases de cierre, Hugo Moyano anunció la “suspensión” de la huelga, ahorrando un choque con el gobierno nacional, con enormes repercusiones. El alivio se palpa desde entonces, aunque los errores propios, las suspicacias intestinas y el relativo éxito de una operación mediática deberían inducir a la reflexión en las filas del kirchnerismo.

 

El éxito del Frente para la Victoria (FpV) en Catamarca desestabilizó a los partidos opositores y a la prensa que los conduce porque conjugaba con las tendencias nacionales conocidas. Algo similar ocurrió con la aparición del exhorto diplomático que detonó el paro que no fue. Exacerbó la bronca del secretario general de la CGT y de sus aliados porque, a su ver, confirmaba recelos acumulados contra el Gobierno en los últimos meses. “Las obras sociales, no aumentar el mínimo no imponible, darnos poca bola, el acto de Huracán, la persecución judicial, sintetizó el jueves, en plena fronda, un allegado íntimo del líder camionero. Cabe añadir una susceptibilidad extrema con las citaciones judiciales. Sospechas y resentimientos añejados fermentaron cuando se conoció el pedido llegado desde Suiza.

 

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La Casa no está en orden: Dos deslices cometió la Dirección de Asuntos Jurídicos de la Cancillería (Dijau, en sigla y en jerga) al remitir el exhorto a Tribunales. Uno político, que fue no anoticiar al ministro Héctor Timerman, quien (como todo el elenco del Ejecutivo) se enteró de su existencia leyendo un portal. El otro, darle curso a una rogatoria que no contaba con todos los recaudos legales. Faltaba la transcripción de las normas suizas que la sustentan, un requisito de libro en cualquier solicitud de cooperación internacional. En rigor, el exhorto menciona agregarlas pero las omite. La carencia formal justificaba (o, más bien, imponía) que Cancillería anticipara el paso que dio después el juez federal Norberto Oyarbide a instancias del fiscal Jorge Di Lello: diferir el tratamiento del pedido de informes hasta tanto éste cumpliera las reglas básicas. El ministerio registró las falencias pero remitió el pedido de Tribunales.

 

No era ése el único punto flojo de la rogatoria. Su redacción es impropia, contiene errores de grafía en nombres propios, invoca información periodística que tampoco anexa. Las teorías para explicar tamañas desprolijidades se bifurcan. Se sospecha una maniobra escalonada entre políticos argentinos, el multimedios Clarín y la fiscalía suiza. Otros matizan agregando que en el país de Heidi los fiscales actúan conforme al sistema acusatorio, al modo de sus colegas de Estados Unidos, retratados en series como CSI o Law and Order. Son sensacionalistas, agitadores mediáticos, bartolean denuncias a la espera de pescar algo a río revuelto. En todo caso, el material es pobre, el pedido carece de rigor técnico y adolece de defectos de terminación.

 

La corrección exigida es sencilla, Suiza no tiene por qué demorarse mucho. Cuando llegue el exhorto ampliatorio deberá sustanciarse. Dada su extrema inconsistencia la respuesta (todo lo indica) no valdrá el escándalo de estos días.

 

En el Palacio San Martín se habla de una distracción. Se escapó una tortuga. Suele acontecer, sobre todo en un terreno tan minado e incompetente como es “la Casa”. La versión es más que creíble para el cronista. En los primeros niveles de la CGT cunde (o, por la parte baja, cundió hasta anteayer al ocaso) otra lectura: hubo malicia. El exhorto no pasó desapercibido barruntan en la CGT: le abrieron la barrera. La bronca subsiguiente cuajó en versiones conspirativas: “Hay funcionarios nacionales que quieren perjudicar a Moyano”.

 

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