La Provincia

Bajo el síndrome del 50,2

La Presidenta, en un acto en el Conurbano, con Boudou y Scioli, dos bonaerenses en busca de consolidar armados propios.
La Presidenta, en un acto en el Conurbano, con Boudou y Scioli, dos bonaerenses en busca de consolidar armados propios.

LA PLATA, Septiembre 11.-(Por Marisa Alvarez) A seis semanas de las elecciones generales de octubre, en las que los bonaerenses votan para renovar mandato de todo -desde la presidencia de la Nación hasta el último consejo escolar-, si algo sobresale en la oposición es su vocación por atacarse entre sí, en una llamativa demostración de que en ese espacio ya nadie pelea por ganar nada sino por el objetivo chiquito de ver quién sale segundo.

 

Se asiste así a un insólito cruce de acusaciones públicas entre Ricardo Alfonsín y Hermes Binner por instalar en la ciudadanía quién de ellos tiene menos vocación de ganar. Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saá profundizan su guerra, en uno tono similar al que usarían dos candidatos en opción de quedarse con el primer puesto, es decir, con el Gobierno. Y en la sociedad entre el radicalismo y el sector peronista de Francisco De Narváez hay peleas intestinas a varias puntas. Tomó estado público la intención del postulante a gobernador de tomar distancia de su candidato presidencial.

 

Es cierto que trascendió después de que los propios radicales -varios intendentes bonaerenses de ese partido, por caso, además de dirigentes nacionales de peso- comunicaran sin sonrojarse la decisión de "hacer la suya", lejos de Alfonsín. Pero a esa altura hacía rato que De Narváez y Rodríguez Saá venían conversando cómo podrían mostrarse como una dupla para la Nación y la Provincia sin que Alfonsín se ofendiese. Y en forma paralela, el denarvaísmo asiste a una durísima discusión interna que va desde la calidad de la alianza con la UCR hasta el "tratamiento" que se le dio a la tropa propia y su actuación en las primarias.

 

RESIGNACION Y FUTURO

 

Parece claro que la oposición padece el "síndrome del 50,2", tras haber llegado a la conclusión de que no es bueno hacer una campaña electoral hablando mal del oficialismo, tras el respaldo de más de la mitad de la ciudadanía que consiguió Cristina -y el oficialismo en general en la Provincia de Buenos Aires, voto más, voto menos. Se dedican entonces a pelear por los votos de los espacios opositores que "comparten": Alfonsín y Binner por los votos no peronistas, Duhalde, Rodríguez Saá -y De Narváez en el plano estrictamente provincial- por los sufragios peronistas anti K.

 

Pero la razón fundamental de estas batallas intraopositoras tiene número: 2015. Desde la resignación, la apuesta capital para el 23 de octubre de los principales candidatos y espacios es quedar segundos para seguir en carrera para la próxima gran batalla electoral, dentro de cuatro años. Cada uno supone que el que no consiga ese lugar quedará definitivamente fuera de competencia.

 

PUJAS OFICIALISTAS

 

También afectado por el síndrome del 50,2, el oficialismo comparte con la oposición el número mágico. El 2015. Sus principales protagonistas tienen un objetivo para el 23 de octubre: aumentar el enorme caudal de votos cosechado en las primarias. Y para ese fin, el distrito bonaerense vuelve a ser clave. Se nota. En la última semana la Presidenta protagonizó casi todos los días un acto en algún distrito de la Provincia. Pero además ya trabajan esta etapa electoral pensando en "la sucesión".

 

En esa doble estrategia de ir por más ahora y empezar a consolidarse para el futuro se inscribe el desembarco de Amado Boudou en el interior bonaerense, con el indisimulado objetivo de erigirse en conductor de una tropa -la conformada por los intendentes peronistas- que hasta ahora se reparte entre los que reportan a Florencio Randazzo y los que resisten esa "jefatura" y deambulan, en términos partidarios, entre la orfandad y cierta -mínima- autonomía. Boudou, además, profundiza su relación con los grupos juveniles ultrakirchneristas y cristinistas puros, también con preferencia por los que se desarrollan en la Provincia, en busca de consolidarse como el líder carismático de esos sectores.

 

Ya quedó plantada, así, una dura pulseada por el liderazgo en ese territorio entre los dos ministros con vocación de convertirse en el hombre fuerte del seguro segundo mandato presidencial de Cristina, un lugar clave para alguna sucesión, la presidencial en primer lugar, y la gobernación bonaerense como Plan B.

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